Existe un principio básico en cuanto al color de los vinos. Los blancos, con el envejecimiento, se oscurecen; los tintos se aclaran. Distintos factores: el tipo de uva, la maceración de los hollejos, la madurez de la uva, la duración de la crianza y la vejez en la botella, se combinan e influyen en el color del vino.
Los blancos
• El oscurecimiento de los vinos blancos en la botella se debe a la oxidación por el calor y la luz. También la cesión colorante de la madera a partir de los cuatro meses de crianza proporciona un tono más amarillento.• Los reflejos verdosos revelan una acidez mayor.
• La chardonnay tiene siempre un ligero fondo amarillo. Por el contrario, una sauvignon blanc en circunstancias similares da unos tonos más pálidos.
• Un blanco pálido, muy brillante y con una espuma rápida será un vino joven, procedente de zonas frías ricas en ácidos y si no, al menos habrá sido elaborado conforme a las modernas reglas de la enología con una vendimia precoz escasa de azúcar y, por lo tanto, rica en ácidos.
• Un blanco que al verterlo en la copa parece más denso, procederá de climas cálidos.
Los tintos
• El tiempo necesario para la extracción de materia colorante durante la maceración del hollejo con el mosto depende del grado de insolación que haya tenido la uva durante su período vegetativo.• El vino, en su primera época, muestra un color sólido e intenso. Con el paso de los años se abrirá ligeramente debido a que las moléculas del color tienden a soldarse unas con otras haciéndose más gruesas.
• Un tinto con reflejos brillantes y ribetes bermellón-rosáceos vendrá de zonas septentrionales y tendrá una acidez elevada.
• Un tinto de tonos violáceos con atisbos marrones descubre un origen de climas cálidos.
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